martes, 28 de junio de 2011

Huella

Transcurría la tarde otoñal, el pequeño pueblo anegado de múltiples fragancias invitaba a soñar despiertos a sus  habitantes mientras...


Transcurría la tarde otoñal, el pequeño pueblo anegado de múltiples fragancias invitaba a soñar despiertos a sus  habitantes mientras que la noche inquieta merodeaba presumida, impaciente, arrogante, tan llena de estrellas majestuosas.Perdido entre aquel ... valle habitaba en su humilde choza don Eusebio junto a su pequeño nieto Jacinto,su madre había muerto de tifus en los días en que escaseaban los medicamentos y la pobreza azotaba caprichosa dispuesta a quebrantar a sus visitados. Dos almas perdidas en aquel horizonte de cielo etéreo y paisajes desdibujados, es que acaso la vida nos ha tomado cautivos hijo mío?... cada día dialogaba don Eusebio con Jacinto. Aquel día el pobre viejo fué en busca de provisiones ,debía cruzar un largo camino empedrado, una cascada de aguas cantarinas y un bosquecillo de cipreses que a su paso se doblegaban respetuosos como adivinando los años del pobre viejo.Jacinto a su vez cuidaría la choza, pastorearía las cabras y quizás hasta tendría tiempo de jugar en la montaña  con su viejo perro ( un barbilla huesudo y acabado) es que era tal la pobreza que apenas alcanzaba para engañar el estomágo de los hombres.Algo sucedió aquella tarde otoñal, estando Jacinto vigilando sus cabras divisó a lo lejos un  extraño ser... sería el abuelo? acaso regresaría tan de prisa?... un escalofrío embargó el cuerpo del niño, atinó a esconderse detrás del gran roble que mostrábase imponente, altivo, como fiel guardián...aquella imagen danzaba a lo lejos, caminaba sobre las nubes , regresaba cada tanto con destellos  luminosos.Con apenas  ocho años, Jacinto, no sabía de miedos pués solo temen los necios hijo mío solía decirle su abuelo, temer hace infeliz al hombre y aquellas palabras resonaban incesantes en la mente del pequeño.En  la sala del viejo hospital del pueblecito de tarde otoñal y múltiples fragancias, don Jacinto dejaba de existir en este mundo,sin nada más que sus arapos andrajosos, su pipa raída por el tiempo y la imagen del pequeño Jacinto aguardando ansioso una  limosna.

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